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Reflección de un Montañista

“El alpinista es un ser extraño… aparentemente, le gusta sufrir, sentir dolor, frío intenso, hambre, desorientación, cansancio extremo… luego además, pone en riesgo su vida constantemente.


Cuando no se expone a una caída en una zona aérea sin llevar protección, la lleva, pero es una protección móvil, de la que pocas personas se fiarían…
Les gusta dormir al raso, helándose, y te dicen que no hay nada mejor que dormir bajo un cielo estrellado como pocos…


Les gusta estar aislados y sentir la soledad, la lejanía de la civilización, cuando en cualquier situación de accidente, esa es la trampa que puede impedir su rescate o asistencia…


El alpinista es un ser extraño, pues suele ser generoso, disfrutar enseñando lo que sabe, llevándote a lugares que no conoces, compartiendo esos pequeños tesoros que con tanta experiencia, sufrimiento y sabiduría han atesorado en el tiempo…


Es difícil entender al montañero. Expone su vida por una recompensa nimia: alcanzar un punto geográfico elevado, muchas veces accesible por caminos más fáciles. Se empecina en alcanzarlo por vías difíciles. Dicen que así la cima es mas bella…


Son tan extraños, que sacrifican pasar tiempo con sus seres más queridos para dedicarlo a ese sufrimiento que ellos practican en sus aventuras. A veces sin saber a ciencia cierta si volverán, aunque nunca exponiéndose conscientemente a esa posibilidad…


Sin embargo, y a pesar de esa locura, parecen felices! Es como si supieran algo que tu no sabes. Pero no lo esconden. No es un tesoro fácil de conseguir. No se puede robar, ni copiar, ni tomar prestado… Es un tesoro que cada uno ha de ganarse. Y además, no necesariamente de la misma forma y en los mismos lugares. Han estado allí y han vuelto. Les encantaría enseñártelo, pero saben que tienes que hacer un sacrificio para conseguirlo. Lo único que pueden hacer por ti es guiarte, acompañarte en ese valle de lágrimas…


Y ay, cuando consigues alcanzar ese tesoro tu también… Guau, qué sensación… Cuanta gratitud le sale del corazón al que tenga la suerte de tener un alpinista de verdad como guía, como amigo, como persona que comparte contigo ese tesoro, con el único objetivo de ver tu cara y disfrutar de nuevo de esa sensación, aunque no sea suya…


Por eso, creo que el alpinista, ese loco, ese aparente sádico, masoquista… en realidad es una gran persona. Es generosa, reconoce el esfuerzo y la belleza del mismo, así como la del momento y el lugar. Es una especie de artista, un viajero, un aventurero del mundo interior y exterior. Es la esencia del hombre, del explorador, del ansia por saber más y llegar más lejos. Es en definitiva, un buen espejo en el que mirarse. Es lo que quiero ser de mayor.”


JOSE MIGUEL CORRALES (JOSEMI)

 

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